Nos ha llegado otro escrito desde Manzanillo, Cuba, de nuestro amigo y hermano en la fe, Bartolo Ugalde Ramírez. La belleza y simplicidad de su relato nos han encantado. Por eso, aunque estamos cerrando el tiempo de Navidad nos parece oportuno compartir con Uds esta historia. Historia sencilla de personas sencillas, que nos parecen tan cerca de Dios que ojalá y pudiéramos ser como ellos... Esperamos disfruten de este escrito y la emoción que trasmite.
Pidiendo posada... Por Bartolo E. Ugalde Ramírez.
…y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos
en la sala común.
(Evangelio de San Lucas)
Hay cosas en la vida que uno se propone y hace y después siente que ha sido algo que tenía que hacer, algo necesario para los demás pero también para uno mismo. Le invade a uno una satisfacción inusual mezclada con una dosis positiva de nerviosismo. Además, percibimos que no hemos estado solos en la empresa, que una mano oportuna ha bendecido el suceso, mas aun podría decirse que ha sido esa mano la que lo ha hecho todo con solo una modesta ayuda de nuestra parte. Así me ocurrió la tarde del domingo 18 de diciembre (del 2011) a propósito de la celebración de la posada navideña que se organizó en el barrio de la terminal de trenes, cuando el carrito de los chivitos (VER NOTA ACLARATORIA AL FINAL), con la Virgen María y San José en el asiento delantero y repleto atrás de niños comenzó el recorrido previsto. Muchos otros niños y niñas de distintas edades, algunos adolescentes y jóvenes, matrimonios y personas mayores acompañaban también la pequeña gigante caravana de la Navidad. Con maracas, una pandereta bien ruidosa y una guitarra íbamos gozosos, dando palmas, coreando y anunciado a ese populosa barriada la proximidad de la fiesta de la Natividad de nuestro Salvador Jesús.
Buscando una casa van Santa María y San José,
ven tú también, ven tú también por las calles de Belén.
Gloria a Dios, gloria a Dios, en el Cielo gloria a Dios,
que haya paz, que haya paz, en la tierra que haya paz.
Con absoluta espontaneidad, como si se tratara de algo acostumbrado, parafraseando la letra de una conocida canción, nos pintamos las caras color Navidad y nos lanzamos a la calle esparciendo el buen olor de nuestra alegría en la fresca atmósfera vespertina, a la vez que íbamos tocando en algunas casas preparadas con anticipación, pidiendo posada para San José y la Virgen embarazada, dos niños que hicieron muy bien sus personajes. En las cuatro puertas donde tocamos les fue negado, a duras penas, el hospedaje a los infantes. De otro lado, había que ver los rostros de las personas que nos miraban pasar, creo que fueron muy pocas las casas que se quedaron con las puertas cerradas, obedeciendo a la letra de otra de las canciones que entonábamos:
Abran las puertas, abran las puertas…
ábranlas al Redentor…
Rostros sorprendidos preguntándose, quizás, qué locura era aquella, otros pensativos, muchos iluminados como aprobando lo que estaba ocurriendo, los menos serios o indiferentes. Una madre corriendo con su niño para meterse en el grupo, un hombre tomando fotos desde la puerta de su casa, y otras cosas por el estilo adornaron la popular celebración. Al final del recorrido de seis cuadras cuando llegamos a la casa donde tendríamos una dramatización y donde por fin les darían posada a la Virgen y a San José, me acerqué en un instante al señor dueño del carrito para ratificar el precio ya acordado cuando lo contraté y además pagarle. Pero mi sorpresa fue grande cuando me dijo emocionado y feliz: “Esto no es nada, no, no, no me tienen que dar nada…que Dios nos bendiga a todos…” y yo más conmovido, creo, le di las gracias repetidas veces y unas palmadas por el hombro y alguien que estaba cerca pidió un aplauso para él. No se podía esperar otra cosa de quien tiene una imagen de la Virgen en la sala de su casa.
Nada se hubiera podido hacer sin la ayuda de las personas del barrio que colaboraron con sus aportes (hechura de vestuarios, adornos navideños, brindis, etc.) y ofreciendo sus casas para que esta sencilla y hermosa fiesta pudiera realizarse. Fray Emilio, nuestro párroco, obsesivo impulsor de estas posadas, fiel seguidor del “loquillo de Belén”, donó para rifar una imagen preciosa (de las esculpidas por los cobreros) de la Patrona de los cubanos. A todos, el Niño Jesús recién nacido les recompensará abundantemente sus esfuerzos y a mí también que desde el primer día que entré en ese marginal barrio de la Terminal tan lleno de matices, con la finalidad de hacer un par de visitas a unos necesitados y seguir adelante, no he logrado quitar mis pies de allí. Gracias a él he podido también vislumbrar, el domingo 18, lo que significa sacar la Navidad a la calle y que algún día espero llegue a ser una bella tradición sin caer en la rutina ni perder el encantamiento de lo novedoso de este espléndido tiempo.
NOTA: El carrito de los chivitos que menciona Bartolo es un pequeño carretón, usualmente tirado por uno o dos chivos, que acostumbra a dar vueltas alrededor del parque central en muchos pueblos de Cuba. Por una módica suma de dinero, los niños se montan en ese rústico transporte y disfrutan del paseo alrededor del parque. Bartolo alquiló los servicios de uno de estos "chiveros" (dueños del carrito de los chivitos) para la celebración de la posada navideña.
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