Continuación del escrito de Monseñor Emilio Aranguren, obispo de la diócesis de Holguín, en Cuba:
Por eso, a uno le preguntan: ¿qué
afectaciones causó el huracán Sandy?, como queriendo saber qué es lo que más
apremia. Entonces, necesariamente debo recordar lo que aún queda pendiente de
las afectaciones de hace cuatro años y sumarle las de ahora.
Por ejemplo,
el templo de Manatí permanece en el
suelo2, al igual que el de Velasco3
y Bocas, además del de Floro Pérez que está sin techo. Los
tres del municipio de Gibara, donde pudieron reconstruirse el de La Nasa y El
Recreo. Las
afectaciones sufridas por los templos de la Parroquia de Fray Benito (en
Freyre) fueron acometidas en casi la totalidad de las necesidades.
Antilla no cuenta con templo parroquial desde antes del 2000 y, recibida la licencia de obra en los primeros meses de este año, comenzó la ejecución. Marcané (en Cueto) y Barrederas (en Frank País) son templos que –al igual que la sacristía de Cueto y el de Barajagua antes de caerse– abrieron sus puertas para acoger a los damnificados del huracán Flora (1963) y se espera que, en breve, puedan volver a prestar su servicio cultual, antes de celebrar los 50 años de aquella otra fatídica experiencia.
Ahora, en el
municipio de Banes, quedó muy afectada la casa que, en Macabí, servía para acoger a los fieles, después que el templo se
derrumbó en la década de 1960. Las fuertes
ráfagas de Sandy provocaron la caída de una mata de coco que se proyectó sobre
el techo del templo de Guaro que, de
acuerdo al parecer técnico conlleva un arreglo capital. De igual forma sufrió
la casa misión en Guatemala (Preston)que, a la hora de proyectar su reconstrucción, desearía priorizarse la
reconstrucción del templo parroquial, quemado en 1999. Quedando,
finalmente, el templo de Frank País
(Cayo Mambí) que se derrumbó hace más de 20 años y los fieles se congregan
al descampado en el área que anteriormente ocupaba.
Para poder llevar
adelante la reconstrucción de estos templos, se necesita ante todo la
autorización requerida por parte de varios organismos estatales y, a su vez, de
las ayudas que se reciben desde el extranjero (organismos internacionales y
donantes). Sin este apoyo sustancial, no basta la buena voluntad y la
disposición de sacrificio por parte de los miembros de las comunidades
afectadas.
Testimonios más que fotos y el por qué
Hace unos
diez años que una religiosa misionera española4 organizó una
excursión a la playa de niños con limitaciones motoras y mentales, en compañía
de algunos de sus familiares. Fue ocasión para que ella hiciera varias
fotografías como memoria del encuentro fraternal que servía de integración en
el grupo y de apoyo a los padres de los niños. Cuando la religiosa fue a
revelar el rollo fotográfico, no fueron bien interpretadas las fotografías por
parte de los técnicos del servicio y a la religiosa la amonestaron y no le
entregaron las fotos. Después de varias conversaciones tomé la decisión de no
permitir fotografiar escenas que expresaran pobreza o necesidad.
Este
criterio, que he mantenido a lo largo de los años e, incluso, compartido con
miembros de Cáritas que preparan proyectos de solicitud de financiamiento, es
conocido por parte de representantes de las distintas instancias
gubernamentales con las que se comparten situaciones específicas del área
pastoral (tal vez, debido a esto, me han impactado varias fotos del estado de
varias familias que han perdido sus casas a consecuencias del huracán Sandy, y
que fueron publicadas ayer en el periódico provincial.Debido a
esto, acudo más a las anécdotas que a las fotos. Transcribo cuatro a partir de
los encuentros sostenidos en las visitas a las comunidades más afectadas:
Barajagua: El jueves 25 en la
mañana llegué a Barajagua y me dirigí al templo. Estaba abierto y acabado de
limpiar. Lloviznaba. Varias mujeres, desde las casas situadas al frente del
templo, me saludaban y, desde lejos, hacían comentarios de cómo habían pasado
la noche dentro del templo. Y, casi al despedirme, dije: ¡”Qué bueno que
los vecinos encontraron cobijo aquí”, y añadí: “verdaderamente es la mejor
edificación en el pueblo”. Y una señora me tocó el antebrazo y dijo: “Yo fui
una de las que vine, pero no buscando refugio porque mi casa está buena. Vine
para estar cerca de Ella –y señalaba la imagen situada en el exterior– y fíjese
que ni la tormenta ni la fuerte ventolera pudieron quitarle ni la corona ni las
estrellas (refiriéndose a la aureola)”. Terminó diciendo: “Ella nos protege y
nosotros lo sentimos”.
Báguanos: El mismo día, al
entrar en el pequeño templo de Báguanos, Mary –mujer alta que vive frente a la
iglesia vino hacia mi llorando, me abrazó y dijo–: a las tres y media de la
madrugada vinimos para acá porque el viento nos llevó el techo. Vi 6 u 8
colchones colocados sobre los bancos y en todas las ventanas había un cordel en
los estaban secándose varias piezas de ropa. Les dije algo a varios niños que
jugaban y, al final, saludé a Irma (mujer casi nonagenaria) mamá de Mary. No me
dijo nada, sino solamente me tomó la mano y me la sostuvo con la suya, mientras
que la otra mano me la pasaba a modo de caricia. Le dije: “Dígame algo, Irma”.
Y la respuesta fue: “¡Qué bueno que vino a vernos!”.
Antilla: Después de ir al
área donde se reconstruye el templo parroquial, me dirigí a la casa pastoral.
El P. Pablo Emilio salió a saludarme y, cuando entré en la casa, había tres
coches de niños y pregunté: “¿Esto es un Círculo Infantil?”. Y una de las
jóvenes de la comunidad me contestó: “Es la manera de apoyar a varias mamás que
perdieron sus casas”.
Mayarí: venía impresionado
de Nicaro cuando, al subir la lomita de la fábrica, me encontré una realidad
desconocida para mí ya que, la ausencia del follaje de los árboles y
enredaderas, hacía emerger lo que estaba oculto de tantas casas que presentaban
el estado físico en el que habían quedado. Igual me pasó en Mayarí (incluyendo
al hospital en la entrada). Cuando pregunté por los sacerdotes, me dijeron:
“Remi” (el P. Remigio) salió con el martillo y unos clavos para ayudar a varias
personas cuyos nombres mencionaron. Poco después, al llegar a Guaro,
comentaron: “Y eso que ayer estuvo aquí el P. Oliver y con el machete limpió todo
eso (señalando donde el tronco de la mata de coco había caído sobre el techo
del templo). Al despedirme y seguir hacia Cueto, me dije a mí mismo: “Remi, un sacerdote
indonesio;
Oliver,
otro sacerdote venido de Vanuatu, ambos misioneros, por tanto, la Caridad nos
une, y, también, la misión nos une como comunidad eclesial y como pueblo”.
Y, ¿ahora qué?
La
experiencia tenida cuando el (huracán) Ike nos sirve de guía. Hay tres momentos: (a) la
emergencia que es de 3 ó 4 días, (b) lo mediato, más o menos, un mes, (c) la
vida, después del mes.
a)
La emergencia: ser generosos con
lo que se pueda que, para nosotros, significa compartir lo que tenemos, que
bien sabemos que es poco. La Arquidiócesis de Camagüey ya envió una camioneta
con artículos de los que tenían almacenados para su distribución en los
comedores de la Diócesis: algunas ropas, barras de dulce guayaba, pomos de
agua, aceite vegetal, latas de sardinas en conserva, unas velas, unos paquetes
de leche en polvo … a su vez, los talleres de varias comunidades reunieron las
pijamas que tenían confeccionadas y algunas sabanas con fundas, jabones que se
compraron, pomos de hipoclorito que se tenían almacenados, etc. y ya fue para
Mayarí, junto con dos lámparas recargables y una planta pequeña generadora de
corriente. En fin, eso fue lo que hizo el samaritano, que casi seguro valió más
el gesto de bajarse del caballo y acercarse al apaleado que sacar mucha cuenta
y seguir de largo, como hicieron los otros dos. El cálculo queda para después,
lo primero es el gesto de compañía, apoyo, afecto, consuelo, fraternidad. Y, en
cada comunidad, los que pueden hacerlo (ya que muchos de ellos están afectados)
lo están haciendo.
Los de Sagua de Tánamo que tuvieron
inundación de las casas solicitan jabón y detergente (y escobas de yarey, no de
plástico); otros, carbón porque no tienen con qué cocinar porque no hay
electricidad; muchos piden clavos, ya que con la recortería de madera de lo que
se cayó se pueden remendar paredes y techos; y, por supuesto, comestibles.
Quienes tienen niños o enfermos, necesitan
velas para por la noche; los que se les mojó la ropa, agradecen una camisa, una
blusa o un short. Las toallas sirven para taparse por la noche. La mayoría
muestran sus colchones mojados y en mal estado. También, dos o tres, me han
dicho: “Padre, se me mojó mi Virgencita” y te enseñan la estampa de la Virgen
que fue entronizada hace dos años.
Más que nada, en los primeros días, lo
necesario es “levantar a la persona”, hacerle descubrir que hay vida y, por lo
tanto, capacidad de levantarse, de retoñar, de recuperar lo perdido, aún cuando
haya sido mucho el sacrificio para alcanzarlo.
b)
Lo mediato: es apoyar para
solucionar lo poco, pero a su vez, lo que le resulta necesario. En esta etapa
entran algunas planchas de zinc o fibro, puntillas quizás algún purling para un
techo. Para algunas personas la necesidad es un colchón o un apoyo para alguna
pieza de la casa “que voló” o “se rompió” (p.e. servicio sanitario). A los campesinos con aperos de labranza,
alguna semilla para re-sembrar lo perdido (maíz, frijol, …). Habrá personas que el apoyo sería monetario,
ya que tienen un familiar que les ayuda a remendar el techo o una habitación,
pero necesitan comprar lo que se les ofrezca, sea material o en comestible. Habrá comunidades que diseñen un comedor
transitorio para los más necesitados e, indudablemente, como algunos dicen:
“necesito que me caiga algo caliente (y se refieren a un café con leche, a un
caldito, a un plato de arroz con algo).
c)
La vida: es “lo de más
luego”, como me dijo una señora en Tacajó, cuando me comentó que el esposo
había cortado los cuatro racimos de plátanos que estaban en el patio porque las
matas se habían caído. Le dije, pues ahora a comer plátano, y me contestó: “Sí,
eso es ahora, pero queda lo de más luego”.
¡Qué bueno fuera que, algunos de los
afectados, tuvieran el dinamismo, disposición y capacidad para generar eso que,
los que saben, le llaman “empoderamiento”. Seguro estoy que, ante las
reconocidas limitaciones que afrontamos, tendrán el espacio que, dentro del
lógico orden del bien común, les permita salir adelante y, con ellos, sus
familiares y muchos más.
¿Qué necesitamos?
Lo primero es
tener calma, no apresurarse y tener capacidad para consolar. Ante todo,
como Iglesia-comunidad estamos llamados a “consolar”.
En estos dos
últimos años he aprendido a interpretar y profundizar dos palabras en las que
antes no había reparado en su sentido. Una es “pordiosero”, y otra “consuelo”.
Por eso, es
lógico, que a esa persona que te dice, alargándote la mano: “Por Dios, necesito
tal cosa …” se le diga: “por-Dios-será” (o ‘pordiosera’). Nuestros pobres no
son pordioseros. No te piden nada, sino solamente, te miran, y te miran
profundo. Entonces, hay que auscultar al corazón de la persona para saber
discernir cuál es su sufrimiento. Muchas veces ocurre que, quienes llenan
planillas, lo que hacen es “solicitar datos de necesidades”. Una cosa es la
necesidad y otra el sufrimiento. Ese es nuestro campo y lo explicó muy bien
Benedicto XVI, tanto en “Deus caritas est” como en “Caritas in Veritatis”. Una
acción para cubrir solamente la necesidad puede ser interpretada como
‘limosna’. Cuando el gesto responde al sufrimiento, a la vez que cubre la
necesidad, es bálsamo de misericordia que ayuda a sanar la herida del
sufrimiento. ¡Esa es tarea nuestra, de la comunidad, del sacerdote, de la
religiosa, del voluntario de Cáritas, del visitador de enfermos, del Ministro
Extraordinario de la Eucaristía, del misionero!
Esa es la
acción que consuela. Consolar es brindar un apoyo en el que la persona se
sienta fortalecida y con confianza; es ponerle suelo: con-suelo. Quien se
des-consuela, es porque perdió aquello en lo que se apoyaba. En muchos pueblos,
gracias a Dios, nuestras comunidades tienen capacidad de consolar porque están
cerca de las personas, son discretas en sus acciones y palabras, hablan de las
cosas de Dios, como dice tan bonitamente el profeta Isaías, cuando dice: “Todas
las mañanas el Señor me espabila el oído para poder decir al abatido una
palabra de aliento”.
Por eso, no
actuar mecánicamente. Cada persona es singular y merece que como tal se le
trate. Vale la pena escucharla, de tú a tú, y no comentar lo conversado y, de
esa forma, dejarle que hable con el corazón más que con los labios.
Lo segundo es
actuar ofreciendo el gesto oportuno. Así lo rezamos en la Misa, cuando
decimos: “Inspíranos la palabra y el gesto oportuno, ante quien se siente
triste o deprimido”.
Sandy cruzó
el oriente cubano de sur a norte en cinco horas, pero recuperar lo perdido
lleva mucho más tiempo y requiere integrar muchas fuerzas, desde las personales
hasta las estatales, pasando por los grupos intermedios que integran toda
sociedad civil. Ahí permanece inserta la comunidad cristiana en lo cotidiano de
la vida de los hogares, de los barrios, de los pueblos y de las naciones. ¡Ese
es su lugar! (cf. Jn. 17,15a.18). Así como organiza la catequesis y la
evangelización, también convoca a la celebración de la fe y a la oración, y
junto a ello, está al tanto para vivir las obras de misericordia en el ámbito
de la sociedad: los enfermos, los presos, los peregrinos, los sedientos, los
hambrientos, los desnudos, etc.
El paso del
huracán y sus tristes consecuencias lo que hace es activar, nuevamente, y aunar
el gesto a favor de los más necesitados. ¡Y en eso estamos! La Pastoral
Social-Cáritas de cada comunidad está al tanto de lo suyo, como algo ordinario,
del día a día, ahora acuciado por lo que estamos viviendo y lo que se activa es
“la organización de la caridad” con la Diócesis, las Diócesis vecinas, Cáritas
Nacional y los Organismos de Ayuda Internacionales que, junto a hermanos que
quieren apoyarnos están en disposición de compartir lo que pueden y necesitan,
como hizo la viuda del Evangelio (Lc. 21,1-4), y siguiendo el consejo de
discreción caritativa dado por Jesús “que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, así tu ofrenda quedará en
secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt. 6,3-4).
¿Qué esperamos?
El gesto
fraterno, de cuantos quieran ayudar a tantos necesitados a través de la Iglesia
y, a su vez, el espacio lógico para actuar con estas ayudas, lo cual
corresponde a los distintos niveles gubernamentales. La experiencia tenida hace
cuatro años nos puede servir de referencia y Cáritas Cubana sabe coordinarlo y
ejecutarlo, tanto en el extranjero con el apoyo de Cáritas Internacional, como
en el interior de Cuba en relación con las instancias correspondientes.
Ayer, a
mediodía, cuando iba llegando a Palma Soriano, sonó el celular y cuando
contesté, la voz de una señora me dijo: “Señor Obispo, perdone, pero me vi
precisada en pedirle a un vecino que es amigo suyo el número de su teléfono
personal y, al verme desesperada, tuvo la gentileza de dármelo porque necesito
saber de mi hermana que vive en Antilla”. Le pedí los datos de la hermana y, ya
en la tarde, pudieron hablar a través de un celular”.
Si necesitan
solicitar alguna información para tener un gesto caritativo, pueden escribir a:
secretaria@obiholguin.co.cu
Notas:
1 Anexo la
transcripción de las páginas 620-621 de Comentarios a la Biblia litúrgica (San
Pablo. PPC. Regina. Verbo Divino (2000)
2 Comunicaron
la autorización para la construcción de un templo (facilidad temporal) el 29 de
septiembre de 2012.
3 Ya fue
concedida la licencia de obra y se ha logrado construir la tapia perimetral que
delimita el área del templo.
4 Hna. Virginia
Tovar Zambudio, en Palma Soriano, lo que le ocasionó fuese trasladada a la
comunidad vedruna de Aguada de Pasajeros.
1 comentario:
Lo peor es que estas situaciones van quedando en el olvido cuando surgen otras que pueden llamar más la atención en este mundo de "inundación noticiosa", pero allá en Cuba, restaurar, recuperar, reconstruir, son solo palabras, lo único seguro que tienen los que todo lo han perdido es resignarse y agradecer por la vida. La destrucción física es grande, enorme, la espiritual mucho más. Las ayudas resanan las paredes, la oración, el alma. Quiera Dios que los más favorecidos podamos proveer ambas.
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