Uno de esos días que uno se levanta con
deseos de "arreglar" y "limpiar" tantas cosas pendientes,
me puse a revisar mi cuenta de correo electrónico. ¡Había tantos correos basura
que borrar para siempre! O tantos otros correos secundarios, ligados a algún intercambio
transitorio ("te mandé tal cosa, dime si lo recibiste", o "¿se
mantiene que nos reunimos a las 3?"). Muchos, muchos correos. Demasiados. Demasiado tiempo redactándolos, leyéndolos, archivándolos. Y ahora, empleando
más tiempo decidiendo cuáles borrar, cuáles dejar, y cuáles no sé si deban
guardarse "por si acaso"...
Claro, también había muchos correos
buenos. Con mensajes que llegaron al corazón, o nos inspiraron en un momento
determinado. Con buenas noticias de amigos y seres queridos. Con historias de
sus vidas, de sus preocupaciones, de sus sueños, de sus triunfos y fracasos.
Historias que son también parte de mi vida, al igual que esos viejos amigos.
Mirándolo bien, este revisar viejos
correos es como ir de vuelta a momentos pasados. Como leer un antiguo diario, o
ver fotos de familia, o recordar hechos anteriores de nuestra vida... ¿Quién
iba a imaginarse que, en estos tiempos de "carrera" y agitación
constantes uno pudiera encontrar paz y alegría al revisar viejos correos
electrónicos?
Y entonces me di cuenta, con pena, de
cuántos buenos amigos están en mi lista de correo electrónico pero hace rato
que no les escribo. Muchas excusas pudiera mencionar (y de hecho algunas son
perfectamente válidas). Pero, generalmente, si uno se siente mal por no haberle
escrito a alguien es porque probablemente debió haberlo hecho. Así que las
excusas se vuelven sólo eso: justificaciones de por qué hemos fallado en algo.
En estos días de Pascua pienso en todos
estos amigos especialmente. Tere, que es mucho más cuidadosa que yo, y más
llena de detalles hacia todas las personas, ha estado enviando felicitaciones
pascuales a algunos de estos grandes y viejos amigos nuestros. Pero yo no he
hecho nada... todavía. Así que este escrito es mi desesperado y atrasado
intento por llegar a TODAS esas personas tan importantes en nuestras
vidas.
Y lo mejor que se me ocurre decirles a
todos Uds en estos momentos, lo tomo prestado de uno de mis pasajes favoritos
del Nuevo Testamento, cuando Jesús le pregunta tres veces a Pedro si él lo ama
(Juan 21: 17): "...Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió:
Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo..."
Esta es de hecho mi oración favorita:
"Señor, tú lo sabes todo", porque creo que expresa en sí misma el
reconocimiento de nuestras limitaciones y nuestro pecado, el dolor de saber que
hemos fallado (como Pedro). Pero también es una muestra de arrepentimiento
sincero, además de ser una sencilla manifestación de fe: "Tú sabes que te
amo". A pesar de nuestras faltas y caídas, nosotros de todos modos
queremos amar a Dios y le buscamos desde nuestra imperfección.
Con esos mismos sentimientos, me dirijo
a estos buenos amigos a los que todavía les debo correos. Uds lo saben todo, y
Uds saben que los amo...
Y al querido lector que se ha acercado
ahora a este blog, una sugerencia desde el corazón. Si como yo estás atrasado
en escribir a tus amigos, deja de leer nuestro blog y envíale a esas personas
importantes en tu vida un mensaje de afecto y cercanía. Preferimos que el
tiempo empleado en leernos lo utilices mejor en acercarte a tus viejos amigos.
Ellos son más importantes.
Por último, si quieres refrescar tu
mente y dejarte llevar por los recuerdos de lo que has vivido con esas personas
importantes en tu vida, te invitamos a que disfrutes la siguiente canción de
Martín Valverde: Los Viejos Amigos.
¡Y, aunque atrasados, les deseamos a
todos felices Pascuas!
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