La Iglesia Católica en Cuba vivió una auténtica experiencia de Pentecostés en febrero de 1986 con la realización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC). El ENEC culminó exitosamente el proceso iniciado por la Reflexión Eclesial Cubana (REC) en 1979, y marcó el inicio de una nueva etapa de la vida eclesial en el país. Tan espectacular fue el cambio que la Iglesia del presente no puede entenderse ni explicarse sin el ENEC. De hecho, la mayoría de quienes conforman parte de la Iglesia actual no formaban parte de ella en ese entonces.
La REC, inspirada por Mons. Fernando Azcárate, ha constituido quizás el momento de reflexión más amplio, participativo y profundo que haya tenido la Iglesia cubana en toda su historia. Prácticamente cada creyente (religioso o laico, joven o anciano, culto o iletrado) participó en la encuestas, reflexiones y opiniones sobre la realidad de aquel entonces. Nunca antes a lo largo de todo el país, en cada parroquia, capilla, congregación, se acometió una empresa de tal magnitud. Y esto a pesar de que entonces los medios logísticos con que se contaban eran mucho más modestos que los actuales. Pero todo se realizó con una entrega, entusiasmo y dinamismos extraordinarios.
La REC, inspirada por Mons. Fernando Azcárate, ha constituido quizás el momento de reflexión más amplio, participativo y profundo que haya tenido la Iglesia cubana en toda su historia. Prácticamente cada creyente (religioso o laico, joven o anciano, culto o iletrado) participó en la encuestas, reflexiones y opiniones sobre la realidad de aquel entonces. Nunca antes a lo largo de todo el país, en cada parroquia, capilla, congregación, se acometió una empresa de tal magnitud. Y esto a pesar de que entonces los medios logísticos con que se contaban eran mucho más modestos que los actuales. Pero todo se realizó con una entrega, entusiasmo y dinamismos extraordinarios.
Los resultados se plasmaron en la elaboración del Documento Final; en el que de forma sólo explicable por la acción maravillosa del Espíritu Santo, se logró recoger en apretada síntesis el pensar y sentir desarrollados por los católicos cubanos en la REC. Diría Mons. Adolfo Rodríguez, entonces Presidente de la Conferencia Episcopal de Cuba (hoy Conferencia de Obispos Católicos de Cuba) en el Discurso Inaugural del ENEC: “Detrás de cada sacerdote presente están todos los sacerdotes de Cuba ausentes; detrás de cada religiosa presente, están todas las religiosas de Cuba ausentes; detrás de cada laico, hombre o mujer, joven, adulto, obrero, campesino, profesional, estudiante... están todos los laicos cubanos católicos.”
Este documento recogió “...en cuanto es posible por escrito, el espíritu que ha animado a la Iglesia en Cuba durante estos años, el trabajo intelectual y físico de tantos hijos de la Iglesia y sobre todo las vivencias y los criterios y proyectos forjados bajo la moción inefable del Espíritu de Dios...”, se convirtió de inmediato en “...tesoro de la Iglesia en Cuba...”, y constituyó en lo adelante “...un punto clave de referencia, orientación y estímulo; alimento de la reflexión y acción de la Iglesia...” (Promulgación oficial del Documento Final del ENEC por los obispos católicos cubanos, La Habana, 29 de Mayo de 1986).
El Documento Final se estructuró en cuatro secciones: 1) Marco Histórico (recuento del pasado de la evangelización en Cuba, y análisis de la situación actual en 1986); 2) Fundamentos Bíblicos, Teológicos y Magisteriales (reflexión fundamentando la acción evangelizadora de la Iglesia en Cuba y las claves bíblicas en que se expresaba la vida y misión de sus miembros; 3) Acción Pastoral de la Iglesia (consideración del amplio campo de la acción pastoral de la Iglesia dentro del ámbito cultural y social); 4) Lineamientos Fundamentales para una Pastoral de Conjunto de Nuestra Iglesia (reflexión y análisis final sintetizando las líneas de acción para una pastoral de conjunto en el futuro).
La Iglesia cubana del momento se definió como una Iglesia que quería ser Encarnada, Orante y Misionera. Estas tres palabras constituyeron apretado resumen y emblema del ENEC, y se repetirían en todas las comunidades eclesiales del país por muchos años.
Otras cosas, quizás menos importantes, pero no menos llamativas contribuyeron a que el ENEC fuera “histórico“. Por primera vez en mucho tiempo los medios de comunicación oficiales (prensa, TV) reflejaron un acontecimiento de la Iglesia cubana; lo cual causó gran admiración y estímulo en todos los creyentes. El sentido apoyo de la Iglesia Católica universal, especialmente en la persona del querido Cardenal Eduardo Pironio (representante de Juan Pablo II y portador de una carta de Su Santidad con motivo del ENEC). La extraordinaria y emocionante misa de clausura en la Catedral de La Habana llena de esperanzas, amor a la Patria y fe… Y todas las bendiciones y cambios en los corazones de los hombres, que sólo Dios puede conocer en su verdadera magnitud.
En los años siguientes muchas realidades eclesiales, económicas, sociales y políticas (nacionales e internacionales) cambiarían de forma espectacular. Por eso la celebración del Encuentro Conmemorativo Cubano (ECO) en 1996, además de celebrar los 10 años del ENEC se propuso examinar las nuevas situaciones, perspectivas y desafíos. El próximo año 2011 será otra ocasión especial, cuando se conmemore el 25 aniversario del ENEC.
El magisterio de la Iglesia Católica universal, los documentos emitidos en todos estos años por los obispos cubanos; los esfuerzos de formación que se realizan en todas las diócesis; el esfuerzo abnegado de laicos y religiosos; la oración, ejemplo y testimonio de tantos fieles; y sobre todo: la acción y perseverancia siempre viva del Espíritu Santo, han mantenido a la Iglesia cubana en su esforzado peregrinar hacia Jesucristo y la construcción de Su Reino.
Momentos posteriores han derramado abundantes bendiciones y alegrías para los creyentes; igualmente, diversos contratiempos y peligros desafían aún a la Iglesia en Cuba; y sobre todo: muchas personas esperan todavía por su presencia, palabra, consuelo y guía. Pero entre tantos acontecimientos de este último cuarto de siglo, el ENEC brilla con luz propia y única. Es la llama del Espíritu Santo que en ese entonces se derramó sobre el verde caimán como un nuevo Pentecostés.
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