2 de noviembre de 2014

Cuando nos sintamos con ganas de quejarnos...

Frecuentemente en la vida nos quejamos de tantas cosas. Y pensamos que nos pasan tantas cosas "malas", que no merecemos. Que nos "cae todo encima", que tenemos mala suerte... Que en comparación con otros, nos tendría que ir mejor. ¿Por qué nos va "tan mal" cuando a otros les va tan bien? ¿Y por qué tenemos tantas limitaciones en lo que quisiéramos hacer? ¡Ay, si tan sólo nos ganáramos la lotería! 

En medio de tantas quejas de lo que nos pasa, a veces nos olvidamos de poner todo en perspectiva, de mirar a nuestro alrededor y ver las luchas de nuestro prójimo. De ver lo que aqueja a otros, de salir de nuestro egoísmo y de nuesto "Yo", "Mi", "Mis cosas"... ¡Y sin embargo, hay tantos otros que merecen nuestra atención, nuestro cariño, nuestra oración!

Ojalá y nos mantengamos siempre  abiertos a estas perspectivas de otros, a las preocupaciones de otros, a los sufrimientos de otros.

Lo cual me trae al siguiente escrito que acabo de leer en el periódico Ottawa Citizen. Está Inglés, y quizás el lector que aparezca por este blog no pueda leerlo. Aún así, las fotos son suficientes para trasmitir el mensaje detallado en el texto... y son más que suficiente para estremer al alma más egoísta e insensible. 

El escrito trata acerca de un niño con una enfermedad terrrible, llamada "Epidermólisis bullosa" (también conocida como Epidermólisis ampollosa o ampollar). El trabajo periodístico se titula "El niño mariposa sueña con auroras boreales", y relata la vida cotidiana y dolores de un muchacho con esta enfermedad en Ottawa, pero también sus sueños de algún día poder ver la aurora boreal ("northern lights" en Inglés). [El término "niño mariposa" es una frase comúnmente usada en Inglés para referirse a esta enfermedad, por lo frágil que es la piel de los enfermos].


Es imposible leer este trabajo y no emocionarse. El dolor que sufre este niño está más allá de cualquier dolor "normal" del que uno pudiera quejarse. La terrible enfermedad es una carga gigante para él, y para su madre. Las privaciones, limitaciones y dolores que ese pobre angel enfrenta cada día son inexpresables.

Y, sin embargo, niño y madre sonríen. Hablan con esperanza, no se rinden y siguen dando lo mejor de sí.

Es realmente difícil escribir después de ver este trabajo periodístico. Pero, si alguna enseñanza quisiera grabar en mi cerebro, es que yo debería dejar de quejarme tanto por mis "dolores", mis "sufrimientos", mis "malas suertes"... Y quiero a invitar al lector a meditar en esto mismo. A poner en perspectiva nuestra vida con la del resto de nuestros hermanos y hermanas, algunos de los cuales llevan una cruz MUCHO MAS GRANDE que la nuestra.

Y, si acaso, usemos la oportunidad de nuestros "sufrimientos" para ofrecerlos por aquellos mucho más necesitados que nosotros. Que hay muchos que lo necesitan.