8 de febrero de 2014

Intentando seguir la "lógica atea". Segunda parte.

Continuamos algunas reflexiones sobre la "lógica atea", un tema que nos parece importante y que intentaremos desarrollar en varios escritos durante las próximas semanas.

Resumiendo, en la primera parte de esta serie, hablamos sobre la necesidad de aceptar ALGO como infinito y eterno, algo a partir de lo cual se desarrolló el Universo como lo conocemos ahora (y/o cualquier otro "Universo" que algunos teóricos postulan). La demostración de la existencia de ese ALGO, y las leyes científicas que puedan governar a ese ALGO, sólo pueden llegar hasta un punto, más allá del cual la Ciencia carece de competencia y posibilidades reales de experimentación, análisis y crítica de los resultados. Se llega al punto de la Metafísica (que, básicamente, significa "más allá de la Ciencia"). 

Por mucho que ateos y agnósticos odien la palabra "metafísica", y por mucho que se nos intente convencer que es "mala", la realidad nos muestra que, a veces, es imposible escapar de ella cuando se trata de razonar sobre algunos tópicos. Sean estos tópicos la existencia de un "dios", o una teoría científica sobre el origen del Universo (o Universos).

Es imprescindible aclarar ahora que NO estamos proponiendo abrazar la metafísica como regla general de vida, para explicar fenómenos que pueden ser estudiados por la Ciencia. Por ejemplo, no es necesario invocar a Dios para explicar la evolución de la vida o las leyes gravitacionales. Para eso tenemos la Biología, la Física y tantas otras disciplinas científicas. Porque, imperfectos como son, los estudios científicos son la forma más adecuada de estudiar y explicar fenómenos naturales. Ninguna persona religiosa debería temerle al desarrollo científico, ni a las nuevas teorías que aparecen de tiempo en tiempo. Es parte del conocimiento humano que nos permite acercanos al Universo y tratar de aprenderlo (y aprehenderlo, ver los significados 2 y 3 de la palabra "Aprehender" en el sitio web de la Real Academia Española).

Claro, que a veces la Ciencia parece "demostrar" que Dios no existe... Un ejemplo famoso: los recientes desarrollos de la Física y Astronomía llevaron a Stephen Hawking a convencerse en el 2010 que Dios "ya no tiene ningún lugar en la creación del Universo" (hasta ese momento Hawking, como científico, había dejado la puerta abierta a la posibilidad de la existencia de Dios). Sin embargo, ahora Stephen Hawking postula  que el Universo puede crearse a sí mismo de la nada, gracias a la ley de gravedad. "La creación espontánea es la razón por la que hay algo en vez de nada, por la cual existe el Universo y existimos nosotros", escribió Hawking en su libro El Gran Diseño. 

Estos argumentos en sí mismos merecen ser discutidos a profundidad... Sin embargo, es llamativo que se invoque una "creación espontánea" como explicación del origen del Universo (y de nosotros como seres humanos). Y que esta "creación espontánea" se "bendiga" con la ley de gravedad (o con cualquier otra compleja explicación física-matematica) como garante incuestionable de su veracidad. 

Y, por supuesto, pocos cuestionan esta "creación espontánea", porque lo dijo Stephen Hawking, un científico famoso y superinteligente. Tiene que ser verdad si lo dijo él. ¿Cierto...? Estos tópicos más alla  del entendimiento de los "meros mortales" (que somos el 99.9% de la población que no ha estudiado estos temas a nivel de tesis de doctorado), simplemente nos obligan a abrazar esos contenidos altamente teóricos y especulativos como un "dogma" (sin entenderlos pero confiados en la "fe" hacia la Ciencia y hacia sus nuevos sumos sacerdotes).

4 de febrero de 2014

El Papa y la Vida Religiosa. Segunda Parte

Continuamos con algunas pequeñas reflexiones personales sobre el encuentro que tuviera el Papa Francisco con alrededor de 120 Superiores de Institutos Religiosos Masculinos el pasado 29 de Noviembre de 2013, al finalizar la 82 Asamblea General de la Unión de Superiores Generales.

Hoy nos vamos a detener sólamente en una frase pronunciada por el Papa en ese encuentro: "Yo estoy convencido de una cosa: los grandes cambios de la historia se realizan cuando la realidad no fue vista desde el centro, sino desde la periferia".

El contexto de esta frase es la necesidad de salirnos de nuestras posiciones cómodas para acercarnos, entender, y abrazar otras realidades menos "cómodas". Como la pobreza, la marginalización, lo olvidado e ignorado por el mundo. La "periferia" se refiere aquí a aquello más alejado de lo "bueno", de lo bien visto, famoso, élite.

Ciertamente Francisco está hablando desde su experiencia personal, remontándose a sus tiempos de sacerdote y obispo en Argentina. De su opción, tan conmovedora como auténtica, de acercarse a los más pequeños. De hecho, el Papa continuó su frase diciendo que el mandato evangélico de ir a todo el mundo y proclamar el Evangelio hay que trasladarlo a las periferias existenciales y geográficas, como Jesús que fue hacia todas las periferias, para acercarse a todos. 

En nuestra opinión, esta visión de Francisco como "el Papa de la Periferia" se nos antoja como una de las mejores definiciones de su pontificado hasta el momento.

Y, más allá del Papa... qué bueno sería que más sacerdotes, religiosos y laicos optaran también por este estilo "periférico". El mundo ya tiene demasiados "centros", demasiados egos, demasiados dirigentes, demasiadas "estrellas" y "celebridades"... Demasiadas personas centradas en sus vidas, o en las cosas "importantes". Mientras, a la misma vez, millones de personas languidecen en el más oscuro abandono. En la periferia.

Ojalá y el ejemplo de Francisco nos anime a salir de nuestros "centros" y abrazar las "periferias" que nos rodean.