20 de noviembre de 2012

Los Padres de la Iglesia, Cuarta Parte

PADRES APOSTÓLICOS IV
Por Juan Manuel Fernández Triana

SAN POLICARPO, OBISPO DE ESMIRNA


Tampoco se sabe con certeza el año de su nacimiento, alrededor quizás del año 69 ó 70. San Ireneo, que fue discípulo suyo, refiere que fue discípulo de S. Juan apóstol, quien le consagró obispo de la ciudad de Esmirna. Recibió en esta a S. Ignacio de Antioquía, cuando iba camino de Roma a sufrir el martirio. En el año155 marchó a Roma para reunirse con el Papa Aniceto para fijar la fecha de la celebración de la Pascua.

El mejor testimonio sobre la vida de S. Policarpo se encuentra en la obra de S. Ireneo, quien había sido discípulo suyo. La manera de enseñar, aduce, era sencilla, siempre con el recuerdo constante de S. Juan y de los que habían conocido al Señor, así, explicaba los milagros que hizo Jesús, tal como está referido en las Sagradas Escrituras. Por una carta enviada por la comunidad de Esmirna a los fieles de Filomelio en Frigia, se sabe con detalles todo el proceso de su martirio, considerada como una de las primeras Actas de los Mártires. La fecha más precisa para fijar el martirio parece el año156, su festividad se celebra el 23 de febrero.



La carta a los filipenses, escrita en el año 107 ó 110, de igual forma con la carta que S. Clemente escribió a los corintios, ésta tampoco tiene nada que ver con la carta a la misma comunidad de Filipo enviada por San Pablo. Los filipenses habían pedido a S. Policarpo, una copia de las cartas de S. Ignacio de Antioquía. La copia que les envió fue acompañada de una suya propia, en la que les pedía noticias sobre la suerte de S. Ignacio. Más que esto, la carta presenta una exhortación moral, así como un testimonio de cómo funcionaba la comunidad y la caridad en la Iglesia de entonces. Insiste, además, que Cristo fue realmente hombre y que realmente murió; es necesaria la obediencia a los presbíteros y diáconos; orar por las autoridades; practicar la limosna. Es probable que se trate de dos cartas escritas con unos años de diferencia y que al ser copiadas juntas han llegado a unirse.

En esta carta, aborda asuntos referentes a la Cristología: defiende la doctrina de la encarnación y de la muerte verdadera de Cristo en la cruz. A Jesucristo hay que confesarle mediante su testimonio en la cruz; intentar tergiversar el mensaje salvífico o las sentencias del Señor, es algo que procede del diablo. También de Iglesia y Estado: aunque no aparezca la mención o referencia al obispo de Filipos, sí hace hincapié en la obediencia a los ancianos y a diáconos; puede tratarse que en el momento de la epístola, esta comunidad fuera gobernada por un grupo de presbíteros; opuso a la especulación gnóstica la pura tradición evangélica; sólo hay una verdad: la que los Apóstoles entregaron a la Iglesia, y que ésta guarda con fidelidad y transmite su enseñanza. Necesidad de rezar por las autoridades civiles; eso incluyo a los que persiguen a los cristianos y los aborrecen; rezar por los enemigos de la cruz. Sobre la Caridad: recomienda la práctica de la limosna, porque libra de la muerte, además, por medio de las buenas obras los demás puedan glorificar el nombre de Jesucristo.

Perseveremos constantemente en nuestra esperanza y en las primicias de nuestra justicia, que es Jesucristo, que llevó al madero nuestros pecados en su propio cuerpo (I Pe 2,24), Él, que no había cometido pecado, en quien no se había encontrado falsedad en su boca (I Pe 2,22). Pero por nosotros, para que nosotros viviéramos en Él, lo soportó todo. Seamos, pues, los imitadores de su paciencia, y si sufrimos por su nombre, glorifiquémoslo. Porque éste es el ejemplo que Él nos ha dado en sí mismo, y esto es lo que nosotros hemos creído (I Pe 4,16; 2,21). (Carta a los Filipenses, VIII, 1)

(Continuará con el Pseudo Bernabé y Papías de Hierápolis)
 

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