2 de octubre de 2011

Pasar haciendo Caminos

Nos complace hoy compartir un escrito que mi mamá, Nelia Triana Pruna, nos envía desde Miami, relatando sus experiencias como católica en un nuevo país.

Pasar haciendo caminos.
Por Nelia I. Triana
Septiembre 29, 2011. Dos años en el exilio, Miami.

Trasplantar es una labor que requiere tiempo y paciencia, y aunque siempre hay riesgos, generalmente se logra el éxito. Hay plantas que al ser trasplantadas tienen un período inicial en el que parece que mueren un poco, hasta que van echando raíces en la nueva tierra y se van afianzando, entonces reverdecen, se vuelven más hermosas.
Así pasa con los que emigran, al principio parece que vamos muriendo un poco, nuestra vida anterior ha quedado atrás y todo lo que encontramos parece totalmente ajeno a nosotros; luego, paso a paso, comenzamos el difícil proceso de adaptación, comenzamos a “echar nuevas raíces” en el país que nos ha dado acogida.
Generalmente esto significa volver a empezar la vida en un aprendizaje demandante y continuo que se dificulta más mientras más adultos seamos al dar este paso, pero en el día a día se va logrando lo que en un inicio parece imposible, no sin lágrimas, frustraciones, nostalgias, dudas, pero, un paso a la vez, nos vamos afianzando, vamos “reverdeciendo”.

Sin embargo, hay un área de la vida que se vuelve quizás la más difícil para lograr la adaptación: la del compromiso eclesial. Si en nuestro país éramos catequistas, miembros del coro o del Consejo Parroquial o lo que fuera, en el exilio, lograr insertarnos en una comunidad es un proceso complicado, por decirlo de una manera elegante.

Y venía yo el otro día de tristes lloviznas reflexionando  en todo esto con una marcada tendencia a ser negativa cuando me interrumpió la llamada telefónica de una amiga que había estado enferma y ya se recuperaba, para agradecerme  mis oraciones por su salud. Un poco quise rechazar su entusiasmo por mis pobres oraciones, pero al terminar la conversación y levantar la vista, noté cómo la lluvia había cesado y el sol  intentaba brillar de nuevo y esa imagen tan clara me hizo comprender una realidad: es muy posible que yo no pueda dar continuidad a mi vida super activa de compromiso eclesial en Cuba, pero eso no es obstáculo para que yo siga viviendo mi Fe de manera bien auténtica. 

De hecho, pienso que todo esto es un ejercicio de humildad, paciencia, aceptación (¡qué fácil es decirlo y qué difícil vivirlo! ¡somos tan orgullosos!), pero más aún, en el Juicio Final, las preguntas no van a ser: “¿Cuántas clases de catecismo diste, en cuántos conciertos de Navidad participaste, etc., etc.?”. El Señor nos medirá por las obras de amor al prójimo hechas desde el fondo de nuestras almas, las veces que “dimos de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de visitar al enfermo, etc., etc.”


Enfrentar la posibilidad de que nunca más volveremos a ser lo que fuimos no nos gusta, preferimos no pensar en ello, pero, pongamos los pies en la tierra: es un hecho. Eso sí, nada ni nadie puede impedir a un cristiano convencido vivir su Fe de una manera auténtica, hacer el bien en todo momento, estar atento a las necesidades de los que lo rodean, tener ese espíritu de servicio tan hermoso que el propio Cristo nos enseñó en la Última Cena al lavar los pies de sus discípulos. No serán las mismas clases de catequesis  ni las animaciones a grupos que solíamos hacer, todo eso queda en nuestra alma como parte de nuestro ser, pero de una forma diferente, nuestra Fe (alimentada por la oración y la Vida Sacramental) se manifestará de manera auténtica, positiva, buena, y debemos asumirla así porque es así esta vida maravillosa que es Don de Dios y en la que todas las realidades son transitorias, porque solo Dios, solamente Su Amor, es el que permanece.

Al final, nuestra misión no es aferrarnos a una realidad, o quedarnos inmóviles en la comodidad donde nuestras raíces se hunden plácidamente, nuestra misión es “pasar haciendo caminos” como diría el poeta, y añado, caminos de bien que nos lleven hacia Dios; el modo lo encuentra cada quién según las posibilidades que se le presenten: preparar una merienda, visitar personas solitarias, compartir penas y alegrías, trasmitir esperanza y aliento, …¡hay tanto amor para dar, tanto bien para hacer, tantos caminos para recorrer! 

No hay comentarios.: