10 de julio de 2011

PASITO A PASITO

Muchas cosas en la vida quisiéramos que cambiaran de momento. ¿No sería fantástico si pudiéramos bajar de peso con sólo 5 minutos de ejercicio en un día? ¿Quizás aprender un nuevo idioma en una semana? ¿O ahorrar suficiente dinero en un mes para comprar una casa? La sociedad moderna nos ha “malcriado” con su inmediatez, sus resultados instantáneos, sus “atajos” para lograr cosas en poco tiempo y con poco aporte de nuestra parte. Desgraciadamente esto es un espejismo: en la realidad la mayoría de nuestras expectativas son imposibles de concretar en un instante, requieren tiempo, esfuerzo y constancia para lograrlas. 
Igual pasa con la vida espiritual. El progreso es lento, los resultados demoran y nuestra paciencia es poca. Pero, al igual que con las demás cosas, es increíble lo mucho que se puede lograr con pequeños esfuerzos –en tanto que perseveremos en ellos y no sean sólo un entusiasmo momentáneo. Un pasito cada día no parece mucho, pero al final del año, significan 365 pasos. Ojalá y todos (¡empezando por el que escribe este comentario!) concientizáramos más el tesoro de estos pequeños esfuerzos y el valor de los resultados que pueden alcanzarse de esta forma.


Por supuesto, a lo largo de la historia encontramos ejemplos de grandes personas que han ejercido una influencia extraordinaria, significativa, más allá de lo que uno podría esperar de las personas “comunes y corrientes”. Hablando dentro de la Iglesia pensemos en cuántos grandes nombres podríamos decir en este sentido. San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Asís, San Juan Bosco, los pontífices Juan XXIII o Juan Pablo II… la lista es enorme y los nombres mencionados ni son los únicos ni necesariamente los mejores, posiblemente los lectores podrían añadir muchos más. Nosotros caminamos sobre los hombros de estos gigantes (usando prestada una frase acuñada en el siglo XII por el filósofo neoplatónico Bernardo de Chartres). Estos gigantes de la fe que en tantas ocasiones nos inspiran y ayudan en nuestro personal –y mucho más modesto- caminar.

Lamentablemente, la mayoría de nosotros no tenemos la potencialidad, el talento o la capacidad de ser gigantes (en espiritualidad, deportes, política o cualquier otra cosa). Pero eso no significa que nuestros esfuerzos sean vanos. O insignificantes. Que los estándares sociales nos lleven a creer que los únicos que triunfan son “los grandes”, “los poderosos”, “los inteligentes”, “los bonitos”, “los ricos” es un tremendo error. Porque, quienquiera que piense así ignora la filosofía del pasito a pasito. El valor de cada esfuerzo personal, por pequeño y (aparentemente) insignificante que parezca.

Muchos sabios (en el sentido verdadero de la palabra) han descubierto esto desde hace mucho tiempo. No por gusto Santa Teresita de Niño Jesús (Teresa de Lisieux) es Doctora de la Iglesia. Ella, que eligió ser la pequeña, “la florecilla de Jesús”. Ella, que confiaba en los actos sencillos, hechos con amor, como camino hacia la santidad. La pequeñez de lo ordinario.

Sí, lo más probable es que ninguno de nosotros llegue más allá de las fronteras de lo cotidiano, local, aparentemente reducido. Pero de todos modos es EXTRAORDINARIO lo que podemos (¡y estamos llamados a hacer!) con nuestros pequeños pasitos, día por día.

Queridos lectores: los invitamos a probar esta “filosofía de la vida” durante los próximas semanas. Les invitamos a algo simple: un acto diario de amor. Uno solo, pero cada día (¡bueno, si quieren hacer más de uno, mucho mejor!). Puede ser algo tan sencillo como decir “buenos días” con cariño a alguien que nos encontremos camino al trabajo. O sonreír a las personas con quien convivimos en casa. O decir algo agradable. O una pequeña ayuda a quien lo necesite. No se necesita algo “espectacular”, “histórico”, que marque una pauta. Basta un pasito, uno diario, uno pequeño.

Así también se puede cambiar al mundo, y para mejor. Sólo necesitamos un pasito cada día. Y mientras más lo hagamos mejor. Pasito a pasito. Y con esto terminamos, ¡que todavía tenemos que dar nuestro pasito de hoy!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y cuando miramos atrás, nos asombramos de la enorme distancia recorrida con esos pequeños pasitos de cada momento. Lo importante es recordarlo cuando nos falten las fuerzas, cuando el camino sea cuesta arriba, cuando nos demos alguna caída. Porque hay que tener la meta final del camino siempre presente, pero hay que caminar el camino (y valga la redundancia!)y hacerlo disfrutando cada pasito. ¡A caminar se ha dicho!