7 de marzo de 2011

Homenaje a las Monjas

En cualquier celebración significativa de la Iglesia la atención de los presentes se concentra usualmente en los sacerdotes y obispos que presiden la misma. Todo el mundo gira sus cabezas para ver cómo entran en procesión por la nave central, y se siguen con atención las ceremonias que continúan: incienso alrededor del altar, proclamación del Evangelio, homilía, ritos eucarísticos, etc., hasta llegar a la conclusión de la Misa. Nuevamente la multitud se centra en la procesión de salida, y al terminar la celebración muchos se apuran a saludar o conversar con las importantes figuras que han presidido el momento. 

Ciertamente la jerarquía acapara mucha atención de los medios de prensa, de los críticos y de los defensores de la Iglesia, de las “personas comunes y corrientes” que asisten... De hecho, existe la tendencia a confundir (¿simplificar?) a la Iglesia exclusivamente con su liderazgo. Es la fascinación congénita del ser humano hacia las cosas y personas "importantes", "famosas". Claro: igual pasa fuera de los ámbitos eclesiales, con deportistas, artistas, políticos y expertos de todo tipo. En cualquier situación o circunstancia de la vida nos fascinan los líderes de cualquier cosa... 


En muchas de estas misas importantes no nos detenemos a observar otras figuras, que se encuentran mucho más desplazadas de la atención y el boom publicitario. Hay muchas otras personas importantes para la Iglesia que -voluntaria o involuntariamente- pasan desapercibidas. En uno de los primeros comentarios de este blog escribimos acerca de las ancianas que mantuvieron la Iglesia cubana durante los difíciles años de persecución religiosa en el país (http://venconnosotrosacaminar.blogspot.com/2010/12/monumento-al-soldado-desconocido-de-la.html). Hoy queremos igualmente rendir homenaje a otra figura clave en la labor de la Iglesia en Cuba y -nos atreveríamos a decir- en la labor de la Iglesia universal: las monjas.

En nuestra modesta experiencia, las religiosas en Cuba han sido el "caballo de batalla" de la inmensa mayoría de las actividades y pastorales que se desarrollan. Incansables, como hormigas que trabajan sin parar, las monjas han llevado sobre sus hombros una tremenda carga de responsabilidad y sacrificio. Su labor se ha realizado mayormente en silencio, sin mucha publicidad, sin mucho conocimiento -y a veces desgraciadamente sin mucha valoración. Pero esto no les ha importado a ellas, que continúan su trabajo con la certeza de que hay Alguien que SI sabe muy bien lo que ellas están haciendo.

Una de las primeras experiencias que nos impactaron a nosotros sobre la labor de las monjas en Cuba fue cuando visitamos en los años 80 el asilo de Santovenia, en el municipio del Cerro en Ciudad de la Habana. Allí, un puñado de religiosas (19) cuidaban más de 400 ancianos (estas cifras son de esa época, no conocemos las cifras actuales). Aun en esos tiempos, donde la Iglesia en Cuba era criticada abierta y frecuentemente por las instituciones estatales, la labor del asilo de Santovenia era reconocida -¡y respetada!- aun por la jerarquía política más elevada del país, y estas monjas se ponían como ejemplo de la labor a realizar para la atención y cuidado de los ancianos.

Otra experiencia completamente diferente, pero igualmente impactante de la labor de las monjas en Cuba, se percibe al visitar las Carmelitas Descalzas en su convento habanero del Vedado. La impresión de conversar y rezar con estas religiosas deja una PROFUNDA huella en cualquier persona con un mínimo de sensibilidad religiosa. Como muchos hemos dicho al salir de allí: "aquí se respira a Dios". Nadie sabrá nunca cuántos milagros se lograron por la mediación de esas queridas mujeres con su oración, su humildad, su consagración. Como la Virgen María en las bodas de Caná, las carmelitas han intercedido por muchos cubanos muchas veces…

En lo personal, nosotros tuvimos la oportunidad y privilegio de trabajar por muchos años con las monjas salesianas en Manzanillo. Aun recordamos el primer "contingente" que llegara allí, encabezado por la queridísima Sor Severina (ya fallecida), una de las personas más trabajadoras e incansables que hemos conocido. Pero igual podríamos mencionar muchas otras que siguieron, igual de trabajadoras y admirables -no mencionamos nombres para evitar la injusticia de olvidar algunos. Las salesianas en Manzanillo entregaron sus mejores esfuerzos en muchas pastorales: catequesis, pequeñas capillas y comunidades de los campos aledaños, pastoral juvenil, cursos de formación, atención a enfermos, funcionamiento de la capilla Don Bosco (en conjunto con varios laicos de la zona y el sacerdote del momento), ayudas claves en el funcionamiento de consejos parroquiales y diocesanos... Siempre nos maravillamos de la energía y modestia de estas religiosas. Cuánto esfuerzo y cuánto silencio de su propia obra, cuánta entrega, cuánto sacrificio.

Igual podría decirse de muchas otras congregaciones religiosas presentes en Cuba. En nuestra modesta opinión, de todos los agentes de pastoral que se esfuerzan en el país, unas de las más abnegadas son las monjas. No queremos decir que la labor de los sacerdotes y la de los laicos no sea también importante y sacrificada, pero nosotros pensamos y sentimos que las monjas -al igual que las mujeres que acompañaron a Jesús en el Calvario- han aportado una cuota gigante de amor y presencia en la Iglesia cubana. Honor a quien honor merece.

Por eso los invitamos a que las busquen con sus miradas la próxima vez que asistan a una celebración importante en sus parroquias o diócesis (en Cuba o en cualquier otro país). Probablemente la mayoría esté mezclada entre el pueblo, pasando desapercibidas mientras transcurre la ceremonia, sin recibir tanta atención. Calladas, rezando -incluso algunas ausentes porque estarán trabajando en la preparación del brindis que seguirá a la Misa... Anónimas, si se quiere, pero seguro que no anónimas para Dios. Ojalá que muchos nos sintiéramos inspirados por su ejemplo y abnegación para hacer más por la Iglesia, dondequiera que nos encontremos.

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