5 de febrero de 2011

TESTIMONIO DESDE CUBA: ALGO MAS QUE "ALGO"

Me llamó poderosamente la atención durante la visita de la Imagen bendita de la Virgen de la Caridad a mi Parroquia de la Purísima Concepción de Manzanillo, entre otras tantas cosas, todas dignas de recordación, la firme voluntad de la mayoría de las personas que acudieron a nuestro templo, de dejar «algo» consignado por escrito. A pesar de nuestras sugerencias a los devotos visitantes de ser breves, de expresar solo sus impresiones, sus experiencias personales, al contemplar la preciosa imagen y lo que la Madre les había proporcionado vivir, todos ellos escribieron lo que desearon, tomándose el tiempo necesario, después de hacer una larga fila, sin quejas, con una paciencia inaudita, delante de las mesas donde estaban situados los cuadernos para tal fin, cola que, por cierto, no cesó durante esos cuatro días de presencia de la Mambisa en nuestra iglesia parroquial. 





No sé exactamente cuántos bolígrafos se vaciaron ni cuantas libretas se llenaron, pero esos datos podrían sorprendernos. Recuerdo que en alguna ocasión, hasta fue necesario improvisar un cuaderno con hojas para dichas memorias, pues el pueblo manzanillero no quería marcharse sin antes plasmar por escrito la constancia de su visita. Solamente las personas que tal vez presionadas por sus horarios, solo tuvieron tiempo para orar a los pies de la Virgen sin más, lamentaron  no poder asentar sus testimonios. Escuché a algunos de estos. Se dispusieron dos mesas y dos libros o cuadernos, no obstante, los que trabajamos en la organización de esta visita mariana nunca imaginamos la importancia que el pueblo le concedería a esta invitación, al parecer tan secundaria. ¿Qué hay detrás de este hecho? No lo puedo saber con precisión, ya que por respeto a la intimidad personal, ni siquiera me atreví a ojear esos cuadernos.

Sin embargo, mi opinión después de lo que me refirieron sobre sus apuntes algunos de nuestros visitantes, es que el pueblo, estos manzanilleros creyentes no escribieron lo que meramente desearon, como señalé anteriormente, sino lo que ellos, en realidad, necesitaban decir a la Madre, todo aquello que pedían o agradecían con la confianza de ser escuchados, bajo el impulso del Espíritu. En esas páginas, pienso que sagradas, está expresado lo más hermoso de los corazones de aquellos que han seguido cercanos a la Madre en las comunidades cristianas, pero también de los que se han alejado, de los que recibieron un milagro y se sienten gozosamente agradecidos y de los que llevan un perdurable dolor en su cuerpo o en su alma. ¡Cuántos de ellos que tal vez no saben bien rezar, vieron el cielo abierto al contar con la posibilidad de escribir una carta a su Patroncita!

Tengo la certeza de que todos los que volcaron sus sentimientos en esas hojas de papel se fueron más aliviados. Bellas plegarias han de ser, además, esas  palabras de amor y de fe salidas de lo más hondo de los corazones y que no temieron de quedarse impresas con nombres y apellidos, dentro de los muros del templo, pero, especialmente, en el Corazón misericordioso de la Madre que sabe guardar cuidadosamente todo (Lc. 2, 51), allí regiamente representada por esa maravillosa imagen, signo del amor del Padre hacia nuestro pueblo. También la Iglesia guarda ahora celosamente esos libros como un valioso testimonio de la devoción de nuestro pueblo.

Este es mi testimonio, el que yo quisiera unir a los de todos esos coterráneos míos, la gente de mi terruño manzanillero, su gente creyente, simpatizante de la religión católica, acogedores y solidarios, tantos hermanos y hermanas, aun fieles devotos a pesar de los pesares, los que caminan buscando siempre una razón para alegrarse o para no perder la esperanza, como ovejas sin pastor (Mt. 9,36),  por las calles de nuestra, no tan vieja como deteriorada ciudad, gentes que lloran… y milagrosamente ríen a la vez,  que aman a la Virgen pero que no desconocen del todo que Jesús es lo primero, éstos son los hijos de la Virgen de la Caridad y yo me siento orgulloso de ser uno de ese pueblo y desde aquí ruego por mí, por mi familia y por todos los cubanos, estén donde estén, a la Madrecita del Cobre.

Bartolomé E. Ugalde Ramírez
Manzanillo, 31 de diciembre de 2010, 4:08 p.m.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy hermoso y aleccionador el testimonio de Bartolo,que, además, constituye toda una reflexión acerca de la Fe de los cubanos después de tantos años de quererla aplastar y, peor aún de vilipendiar a la Iglesia Católica. El cubano es Hijo de la Virgen de la Caridad, este amor a Nuestra Madre es parte de nuestra "cubanidad", esto es un hecho innegable.¡Cuánta alegría nos da constatar esto! ¡GRACIAS!

Tere y Jose dijo...

¡Muchas gracias "Anónimo" por compartir tus impresiones con nosotros! Es cierto que el comentario de Bartolo está muy bueno. ¡Y el tuyo también!