12 de agosto de 2011

Hormigas, pedazo de pan y la Iglesia

Cuando niño, en la casa donde viví mis primeros nueve años (calle Martí #12, Santa Clara), me gustaba mirar un hormiguero que había en el marco de la puerta de entrada. La madera estaba podrida en la base, y allí las hormigas habían excavado hacia dentro para construir su hormiguero. El hueco de entrada siempre estaba concurrido, especialmente cuando llevaban comida hacia el nido. A veces yo dejaba un pedazo de pan afuera y, en mi incipiente curiosidad biológica, disfrutaba la frenética actividad que se desataba (¿quién hubiera dicho en ese entonces que terminaría siendo entomólogo?). Años después leería en detalle las explicaciones científicas sobre las rutas de forrajeo de las hormigas, su eficiencia en encontrar la vía más corta de regreso al nido, la adaptación en respuesta a cambios ocurridos en la ruta, etc. [Ver NOTA al final del escrito]

Entre lo más interesante de estas actividades de forrajeo de las hormigas está su “coordinación” para acarrear masas mucho más pesadas que ellas mismas. ¿Quién no ha visto ejemplos de estos esfuerzos en sus cocinas o en cualquier otro lugar donde haya algún pedazo de comida “suelto”? Es admirable ver cómo las pequeñas hormigas trabajan, incansables y al parecer en equipo, para lograr estas hazañas, que parecen impresionantes despliegues de fuerza. De hecho, al menos en algunos lugares de Cuba, se usa la frase “es una hormiguita trabajando” para referirse a alguien que trabaja sin parar, yendo de aquí para allá, sin cansarse. Para ejemplificar sobre lo que escribo, recomiendo ver este video de Youtube que muestra a un grupo de hormigas en este tipo de actividades. El autor del video, a quien no conozco en lo absoluto, lo tituló “lo mejor del trabajo en equipo”.

Lamentablemente debo añadir, a riesgo de “aguar la fiesta”, que en realidad no hay coordinación ni trabajo en equipo, al menos no en el sentido humano. Las hormigas siguen un rastro de su propio olor (feromona) que las lleva al nido. Es como seguir un hilo en un laberinto, o las señales de tránsito que indican dónde queda algo. Si se fijan bien en el video, verán que algunas hormigas de hecho están empujando la carga HACIA ATRÁS, mientras otras empujan hacia los lados, y otras incluso están subidas ENCIMA. Pero al final, el rastro químico de la feromona prevalece y la mayoría de las hormigas tiran hacia el lado correcto, y como resultado el balance neto es avanzar HACIA el nido. A pesar de los obstáculos, de las “cuestas arribas”, o de las otras hormigas que de hecho están dificultando el avance de la comida hacia su destino.

Hace algunos años que, recordando estas imágenes de las hormigas, y desde mi sesgo entomológico, me dio por pensar lo bien que esta historia refleja a la Iglesia y a nosotros mismos. Cuántas veces nos parece que la masa de pan (=Iglesia) parece que retrocede, o se ladea, o incluso se cae. Cuántas veces las hormigas (=personas) que caminamos hacia el hormiguero (=Reino de Dios) tratamos de empujar las cosas hacia lo que (pensamos) es el “camino correcto”, y sin embargo lo que en realidad hacemos es poner obstáculos al verdadero Camino. Cuántas veces incluso nos encaramamos en la masa de pan, sin hacer nada. Y, sin embargo, el avance neto de la Iglesia es siempre hacia Dios. Siempre guiada por ese rastro químico (=Espírito Santo) que, a pesar de todos los obstáculos muestra la vía a seguir. Y siempre avanzando gracias al empuje de las muchas personas que tiran sin desfallecer hacia el lugar correcto. Es un verdadero trabajo en equipo, una sintonía de esfuerzos, ciertamente con fracasos y errores, pero siempre adelante. Al final todos, aún los que tiramos en el sentido contrario, estamos invitados a entrar al Reino. Porque todos somos parte de ese “hormiguero” celestial.

Lo más seguro es que, durante nuestras vidas, hayamos atravesado por todas esas facetas comentadas arriba. A veces, llenos de entusiasmo, hemos acarreado sobre nuestros hombros nuestra parte. Otras, nos hemos acomodado a no hacer nada y dejar que sean otros los que se afanen. Otras veces, sencillamente hemos dado la espalda, incluso abandonado el esfuerzo conjunto.

Pero, la guía está allí. Al igual que las hormigas están capacitadas para sentir el rastro químico de la feromona, nosotros estamos “equipados” para experimentar a Dios. Sólo necesitamos abrirnos a Él y dejarnos llevar hacia ese “nido eterno”, que es su Reino. Y, en el camino, todos estamos llamados a involucrarnos con la Iglesia, para durante nuestro breve paso por este mundo aportar nuestro pequeño esfuerzo. Así que ánimo, y ojalá que podamos encontrar nuestro lugar dentro de la Iglesia, allí donde podamos dar lo mejor de nosotros. Y, si por casualidad estamos tirando lejos del nido, que sepamos dirigir nuestros esfuerzos en el sentido correcto.

Y la próxima vez que veamos un grupo de hormigas afanosas en sus tareas de acarrear comida hacia el nido, antes de gritar algún improperio en contra de ellas o correr hacia un pomo de insecticida, sonriamos ante esta metáfora entomológica del Reino de Dios…

NOTA: En este escrito he tratado de utilizar un lenguaje lo más sencillo posible, evitando complicaciones innecesarias o excesivo uso de términos científicos. Como resultado, los comentarios entomológicos que hago deben verse como una simplificación sobre fenómenos más complejos. Si algún lector se interesa en más detalles sobre estas actividades de las hormigas, con gusto puedo enviarle una lista de referencias. También puede encontrarse mucha información extra utilizando Google o cualquier otro “buscador” en Internet.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué buena metáfora sobre el camino de la Iglesia hacia Dios! ¡Felicidades! De una forma muy clara se puede enenteder perfectamente el mensaje. Hasta puede usarse en una clase de formación catequética. ¡Estupendo!