22 de abril de 2011

AL PIE DE LA CRUZ

Hoy, Viernes Santo, uno de los momentos centrales de la celebración es la Adoración de la Cruz. Uno no puede dejar de pensar en lo dolorosa y torturante que fue la muerte de Jesús. La extraordinaria película “La Pasión de Cristo”, dirigida en 2004 por Mel Gibson, refleja como ninguna la violencia y sufrimientos extremos que El sufrió. Muchos comentarios pueden hacerse de esta celebración, centro y cumbre en la vida de los cristianos. Seguro que en las homilías de hoy, alrededor de todo el planeta, se ha reflexionado de muchas maneras y desde múltiples facetas sobre el tema. 

Al arrodillarse ante la Cruz en el momento de la adoración, mil ideas vienen a la cabeza en esos pocos segundos –antes que a la que persona que sigue en la fila le toque su turno. Esa Cruz de Cristo es nuestra salvación y redención. Y quizás también es un recuerdo de que, cada uno de nosotros, tiene que llevar su cruz personal. Cada uno de nosotros tiene su propio Calvario que recorrer en nuestras vidas, diferente, único e individual, pero imposible de evitar.

La cruz personal de cada uno de nosotros, muchas veces nos agobia y nos cuesta cargarla… ¡Tantas veces quisiéramos deshacernos de ella! Indudablemente que el Viernes Santo nos muestra el ejemplo y llamado de Jesús a abrazar nuestra propia cruz y seguir adelante. Duro, bien duro. Tiene  que haber sido TERRIBLE para Jesús el haberse sentido solo en las largas horas de su Pasión. El que nos amó y ama tanto, tiene que haber sentido en su condición humana el inmenso dolor de la soledad y el  tremendo peso de su cruz. Ojalá que mirando y concientizando el sufrimiento de Jesús tengamos ánimo e inspiración para cargar con nuestras personales cruces.

Pero aún así hay otras cruces que también nos agobian: la de los demás, especialmente aquellas personas más cercanas y queridas. ¡Cuántas veces sufrimos y nos preocupamos con las cruces de otros! Quisiéramos hacer algo por aliviar su sufrimiento. Como Simón de Cirene tratamos de ayudar con el peso de la cruz ajena (a veces lo hacemos con gusto, otras no… como el cireneo). Pero en realidad no podemos cargar con la cruz de los demás. Tenemos que aceptar, sino desde el corazón al menos desde la Fe, que cada cual tiene que recorrer su propio camino.  Que Dios está detrás de cada uno de nosotros y El sabe lo que mejor nos conviene. Y TODO sucede para nuestro mayor (aunque no necesariamente inmediato) bien. La dinámica de la salvación es a veces enredada a los ojos humanos, y en ocasiones puede parecer lo contrario… Pero Dios está a nuestro lado, velando por cada uno de nosotros. Tenemos que unirnos a Jesús y abrazar nuestra cruz. Y decir con El: “En tus manos encomiendo mi Espíritu”.

Y, al final, no olvidarnos nunca que detrás de la Pasión y Muerte, vienen la Resurrección y la Vida Eternas.

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