20 de junio de 2011

UN HALLAZGO INESPERADO

Probablemente la mayoría de nuestros -escasos pero fieles- lectores no sabe dónde queda ni qué es el pueblo de Wilno en Ontario. Hasta el fin de semana pasada nosotros tampoco teníamos la menor idea. Nos íbamos de campismo a un lugar cerca del extremo sur-este del Parque Provincial Algonquin. En el viaje de ida, a unas dos horas y media de Ottawa, nos sorprendió de momento la visión de una magnífica Iglesia, entre colinas llenas de bosques y lagos. Por un instante pensamos doblar hacia el lugar para ver de qué se trataba, pero ya el carro había pasado la entrada hacia el templo, y como venían otros autos en sentido contrario, continuamos viaje. Instantes después cruzamos el pueblo de Wilno y mi mente, inconscientemente, tomó nota del nombre del lugar. Antes de comenzar el viaje, yo había leído en Internet que toda esta región constituía el primer asentamiento de polacos en Canadá, y de hecho, camino al campismo cruzamos varios pueblecitos pequeños con tarjas, museos, y otros indicios (como los nombres de las calles) que indicaban claramente la herencia polaca de la zona.


Al regreso recordamos el lugar, y esta vez sí tuvimos tiempo de doblar y aparcar cerca de la base de la Iglesia, que se eleva en lo alto de una colina. Al inicio del parqueo había un cartel que decía: “Iglesia de Santa María, Nuestra Señora de Czestochowa, Reina de Polonia“, y debajo: “La parroquia polaca más antigua de Canadá, fundada en 1875”. Era domingo en la mañana, y como sabíamos que no llegaríamos a Ottawa en tiempo para ir a alguna misa, decidimos detenernos por unos minutos en este templo antes de continuar viaje.

Lo primero que nos llamó la atención fueron los escalones que llevaban hacia la entrada. Le comenté a Tere que me daba la impresión de estar subiendo los escalones de entrada a la basílica del Cobre, y a ella también le pareció que había alguna semajanza. Mientras subíamos vimos una hermosa cruz rústica. Y, cerca de la entrada, una sobria escultura en honor a todos los niños.

En el vestíbulo del templo encontramos un cartel con los horarios de las misas dominicales; en ese momento transcurría la segunda, que era en polaco. Nos entretuvimos por unos minutos firmando un libro de visitantes que había disponible. Luego leímos los afiches que adornaban las paredes, con numerosos anuncios de actividades pastorales -algo que siempre sugiere una comunidad viva y dinámica. Nos llamó la atención ver numerosos objetos religiosos (estampas, medallitas, rosarios, libros, postales de Juan Pablo II, etc.) libremente expuestos en un estante, sin nadie supervisando las cosas, sólo con sus precios marcados y una nota que confiadamente indicaba: “deposite el dinero aquí”.

En eso terminó la misa y nos dispusimos a entrar al templo para rezar unos minutos antes de continuar viaje. Entonces descubrimos, con grato asombro, que había muchísimas personas adentro. La Iglesia estaba repleta de personas de todas las edades, alegremente conversando al terminar la celebración. Sin dudas, daba la impresión de ser una comunidad pujante.

Desapercibidos, entre conversaciones en polaco que obviamente no entendíamos, nos fuimos hasta uno de los bancos de una nave lateral y nos sentamos allí por unos minutos. Tere le había dicho a Anita que cuando uno entra a una iglesia en la que nunca ha estado tiene la posibilidad de “pedir tres deseos”, y allá fue Anita de lo más contenta a aprovechar esta “oferta” (sobra decir que esto es sólo una inocente tradición, sin base real). Luego tomamos algunas fotos, que compartimos aquí, y continuamos viaje hacia Ottawa.

Al llegar a la casa busqué en Internet más datos del lugar. Ciertamente la comunidad actual es activa no sólo en su vida de fe, sino también en mantener las tradiciones y rica herencia cultural de la región. Más allá de las celebraciones litúrgicas, trabajan en artesanías, comidas típicas, asistencia social, retiros…

Está también la historia de las cruces que abundan en la región (similares a la cruz que vimos al subir los escalones que llevan al templo). Cuando los primeros colonos se asentaron aquí, no había Iglesias cercanas, y los escasos caminos de la época dificultaban las comunicaciones y el transporte. Así que los católicos pusieron grandes cruces en diversas encrucijadas de la zona, y cada vez que pasaban por esos caminos se acordaban de dar gracias a Dios. Y los domingos, las personas se reunían alrededor de la cruz que les quedara más cercana para rezar las oraciones del día y compartir juntos. 

Llegaron a existir alrededor de 20 cruces en la región, aunque actualmente sólo se conservan 6 de las originales. Pero los habitantes de la zona todavía valoran el esfuerzo de aquellos primeros colonos, que encontraron una forma de vivir y cultivar su fe en medio de las dificultades de la nueva vida que empezaban. Eventualmente, el templo del que hablamos se construyó a comienzos del siglo XX.

Por supuesto que las nuevas generaciones ya no están tan vinculadas al trabajo agrícola y forestal como lo estuvieron sus antecesores cuando se establecieron aquí a fines del siglo XIX. De hecho, a partir de 1950 ha habido un éxodo grande hacia las ciudades cercanas –fenómeno común en muchos campos del mundo. Y también, como en muchos otros lugares, hay temor de que con la globalización y la secularización de la sociedad moderna, se pierdan la herencia cultural, el lenguaje, y la fe de esta comunidad… Por el momento las personas continúan asistiendo a misa y luchando por mantener su patrimonio.

Sí, nosotros no teníamos la menor idea del pueblo de Wilno y de su Iglesia. Escondidos en medio de bosques y colinas, alejados de la “civilización”… insignificantes, pareciera. Y sin embargo, tan llenos de vida y riqueza espiritual, tratando de mantener su fe a toda costa. Quizás muchas parroquias podríamos aprender de esta comunidad.

2 comentarios:

Abby dijo...

Ha sido un precioso artículo, pues las palabras llevan al lector a imaginar el maraviloso lugar. Ya de por sí el paisaje es un privilegio, un regalo de Dios. Y conocer de la historia de perseverancia en la Fe de emigrantes de países tan diversos es también alentador y estimulante. Son personas como tantos de nosotros con sus problemazos y dificultades y que en lugar de andar cabizbajos añorando otras realidades, optan por seguir adelante, ser fieles a sus raíces y construir en el presente de su nueva realidad con bases sólidas para el futuro. ¡Dios es grande y mueve los corazones!

Tere y Jose dijo...

Gracias, Abby, por tus comentarios, que siempre se agraceden mucho y nos ayudan a continuar esta labor del blog.